BULGARIA; CAPÍTULO 6: Sofía III. FIN DE SEMANA EN SOFIA.

El viernes decidimos quedarnos de fiesta en casa para tomar algo juntos y conocernos un poco más. Estábamos Yaiza, Bea, Marina y yo, dueñas y señoras de nuestra pequeña mansión, y Mary Carmen, que también vivía con nosotras y se unió. Ella y Marina eran las chicas andaluzas. También vinieron Jaime, que es un chico de Cádiz, y Diego amigo nuestro.

Estuvimos jugando a juegos de beber y lo pasamos realmente bien. Nos reímos y nos pasamos toda la noche bebiendo y bailando por encima de los muebles. Diego se adueño de la gogotera, la mesa del salón, y Yaiza “poderosamente” se bebió una botella de vodka.

LOS INCIDENTES.

En mitad de nuestra fiesta privada nos interrumpió el casero, que vivía justo en frente de nosotras. Todos empezaron a correr para esconderse en la cocina, y yo, baje la música, y valientemente...abrí la puerta. El casero nos dijo amablemente que bajásemos la música y que no hiciésemos mucho ruido, o eso fue lo que yo le entendí... Esto quedó grabado, porque mi cámara sospechosamente grabó todo el inciso.



Después Yaiza decidió echar una cabezadita en el suelo de nuestro cuarto, y a continuación se levantó a desayunar, tras la botella de vodka, un vaso de leche con galletas.

Cuando la noche empezó a llegar a su fin tras risas y bailoteos, y ya entrada la madrugada, cada uno decidió irse a dormir a su olivo, aunque teníamos dos inquilinos que no sabían dónde acomodarse. Diego tomó la alternativa y se metió en la cama de Bea mientras ella dormía, y Jaime para que no se quedase solo y porque no quería dormir en el sofá, también subió a dormir arriba. A la mañana siguiente Bea se despertó alarmada porque había un inquilino en su cama que no esperaba y además ese inquilino para su sorpresa, estaba ligero de ropa.

Cuando nos levantamos fuimos todos juntos a comer. Nosotros y los otros chicos andaluces que la noche anterior no estuvieron. Yaiza llegando a la parada del autobús que cogeríamos para ir al centro a comer, empezó a sentirse un tanto indispuesta. Parecían comenzar los síntomas de lo que sería la resaca más larga de la historia, que al final duraría aprox. todo el día. Sin contar la noche. ;) Los demás nos fuimos a comer a un restaurante que se llama Olive’s. El sitio estaba muy bien, y la comida estaba muy rica y era muy variada.

Por la noche los andaluces estaban invitados al cumpleaños de una chica vasca que también estaba de Erasmus, y que los andaluces conocían de un curso de inglés que ambos grupos, andaluces y vascos, tuvieron que hacer las dos primeras semanas, así que nosotros cenamos en casa y después salimos de fiesta. Allí nos reuniríamos todos.


Bajamos a la calle sobre las 11 de la noche para coger un taxi que nos llevaría a Studenki Grad, que es una zona, ligeramente a las afueras de la ciudad, donde se encuentran reunidas un montón de discotecas. Picamos al cristal del taxista para ver si estaba disponible. El taxista nos indicó con la cabeza que no, entonces nosotros nos dispusimos a irnos, cuando en una milésima de segundo nos dimos cuenta de que en realidad lo que nos estaba diciendo era que sí estaba disponible. Fue un momento muy divertido.

En Bulgaria, los gestos con la cabeza para decir, que sí o que no, son distintos a los del resto del mundo, y son exactamente al revés.

Cuenta la leyenda que durante siglos los búlgaros estuvieron bajo el mandato de los turcos, y estos les obligaban a convertirse al islam. Los búlgaros son cristianos, y los turcos musulmanes. Para ello los turcos les ponían un puñal bajo el cuello y les preguntaban si querían convertirse a su religión, a lo que los búlgaros tenían que responder que si ladeando la cabeza si no querían morir, y esa era la única forma de salvarse, por eso a partir de ahí utilizaron ese gesto para decir que si y el contrario para decir que no. Pero esto, supuestamente, es solo una leyenda.

Cuando llegamos a Studenki Grad, decidimos elegir una discoteca al azar a la que ir hasta encontrarnos con los andaluces. Fuimos a Play House. Para entrar tuvimos que pagar 5 levas, es decir, 2,50 euros. Los porteros te miran el bolso minuciosamente para entrar, y a mi hasta me pidió hasta el DNI, no sé por qué motivo o razón, y a continuación me preguntó qué de donde era, y después fue y me tiró los tejos diciéndome que era “very beautiful”. A pesar de todo fue muy amable.

Cuando entramos todo fue muy extraño, se acercó una chica y nos preguntó que si queríamos mesa o barra. Nosotros que no sabíamos ni donde nos habíamos metido le dijimos que barra. El sitio estaba estéticamente muy bien y era muy grande. No era como la discotecas de España, al menos no como a las que voy yo. Aquí por toda la discoteca había mesas y zonas con sillones y cartas para comprar botellas de alcohol enteras. Es decir, zonas reservadas. Es muy común que los grupos de amigos hagan esto en las discotecas cuando salen. Los precios son medios-altos, baratos para lo que sería algo así en España.


Nosotros nos pusimos en barra y nos dispusimos a pedir una copa. La verdad es que no nos costó mucho trabajo a pesar de que el sistema es completamente diferente a España.

Aquí la gente no está acostumbrada a beber mezclando, es decir, que beben alcohol puro y duro, o si lo mezclar piden el refresco aparte y beben un trago de cada. Además la cantidad de alcohol servida se mide en mililitros y para ponerte una copa utilizan unos vasos de chupito y así calculan la cantidad de alcohol minuciosamente. Generalmente con decir normal o doble es suficiente para que te entiendan. Normal sería como por encima de un hielo en España y doble por encima de dos aprox.

Las copas nos costaron aprox. 7 levas cada una. La música que ponían no estaba mal, era algo parecido a house, pero búlgaro, un poco extraña aún, pero estaba bien.

La gran sorpresa de esa discoteca fue el baño. Era increíble, la decoración era muy bonita, en tonos dorados, y tenía espejos por todos los lados. Era un simple baño pero estaba tan bien decorado y era tan grande que sorprendía. También descubrimos que se puede fumar en las discotecas, y que estas están llenas de ceniceros por todos los lados. Estuvimos allí un rato y luego nos fuimos. Algo que también me llamó la atención fue que el suelo de la discoteca era de moqueta, algo imposible de mantener limpio en España, pero que allí sospechosamente estaba impecable.


Habíamos quedado con los andaluces en otra discoteca que estaba justo al lado. La discoteca se llamaba Jean Bean. A partir de ese día, mi favorita. Para entrar nosotras no tuvimos que pagar, solo pagaban los chicos. Que los chicos paguen y las chicas no es algo frecuente en las discotecas de Sofía. La discoteca era distinta a la otra, era más "española", aunque seguía teniendo mesas donde podías ponerte comprando tus propias botellas. La decoración comparada con la otra era mínima. La música era house internacional, así que pusieron bastantes canciones conocidas. Las copas nos costaron más caras que en el primer sitio, unas 12 levas cada una. Aunque creo que la camarera, la búlgara más estúpida que vi hasta el momento, nos vió un poco la cara. porque las primeras que nos tomamos creemos que nos habían costado menos. A parte el ron que se supone que pedí, no sé por qué extraña razón sabía a whisky.

Con respecto al ron, en Sofía solo tienen, para mi desgracia, Capitán Morgan, Bacardi, y Havana. No hay mas variedades. Luego un par de marcas desconocidas, y en algunos sitios ni eso. Lo que si abunda es el whisky y el vodka. Hay de todas las marcas que te puedas encontrar en España y más.


Después de estar un rato bailando y de que un chico no parara de hacernos fotos llegaron los andaluces acompañados de los vascos. La noche se desarrolló bailoteo tras bailoteo. Bea, menos participativa que el resto por su desacuerdo con la música que ponían, estuvo sentada en una silla hablando con un chico vasco, lo cual desencadenó un guerrilla con una de las chicas vascas, porque al parecer ambos mantenían o mantuvieron un idilio.


Tras un largo rato más en aquella discoteca y varias indirectas de la señora de la limpieza nos fuimos. Yaiza, Diego y Bea decidieron cogerse un taxi para irse para casa, y yo, que me lo estaba pasando genial, decidí quedarme tras las insistencias de Miguel. Miguel es uno de los chicos andaluces. Nos fuimos a una discoteca que estaba justo al lado y que se llamaba Orient 33. Para entrar tuvimos que pagar 5 levas. Este era un sitio del mismo estilo que el primero y la música, era totalmente búlgara y pesada. No me gusto mucho el sitio. Lo único bueno es la cerveza costaba 3 levas. Después de todo nos volvimos a casa en taxi.














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