BULGARIA; CAPÍTULO 23: Último fin de semana en Sofía. Parte I
Llegó en viernes. Este sería el último fin de semana que pasaríamos en Sofía. El martes de madrugada, habría terminado la que sería una de las mejores experiencias de nuestras vidas. Para nosotras, las norteñas, sería el último día que tendríamos que ir a trabajar a nuestras empresas. Como cada tarde fui a mi Academia, pero aquel día no sería un día más, y no sería para dar clase, sino para despedirme de dos de los grupos con lo que había compartido aquellos dos meses.
Aquella tarde fue muy especial. Cuando llegue me habían preparado una despedida sorpresa. Me habían comprado una tarta y también un montón de regalos de recuerdo. Primero estuve con las chicas, aquellas que en su día nos habían invitado al restaurante búlgaro. Era el mejor grupo, aunque por supuesto tengo un muy buen recuerdo de todos ellos, pero de las chicas en especial. Pasé un rato con ellas comiendo tarta, y hablando sobre mi experiencia allí. Luego me dieron los regalos que me habían preparado. Me hicieron muchísima ilusión. Me regalaron una muñeca típica búlgara acompañada de unas postales en forma del país con los monumentos más importantes y los paisajes más bonitos del mismo sobre la parte principal, y por la otra parte estaban firmadas y dedicadas con sus mejores deseos hacia mí. Me encantaron todos los detalles.
Después pasamos a compartir la tarta con los chicos de la clase de al lado y posteriormente me despedí de ellos para que siguieran con la clase. De nuevo me reuní con las chicas. La tarde se acercaba a su fin al igual que mi etapa en aquella academia. Estaba realmente triste, me daba mucha pena irme. Ni siquiera sabía cómo despedirme, porque ¿Cómo te despides de alguien a quien probablemente nunca más vas a volver a ver?
Finalmente Elena, la dueña de la academia me brindó su eterno agradecimiento por mi estancia allí al igual que yo le agradecía infinitamente su trato hacia a mí, que fue excelente. Fue una experiencia nueva para ambas que resultó gratificante para ella e inolvidable para mí. Después de esto salí a la calle y camine hacia la parada del autobús para coger el urbano número 72 que me llevaría a casa como cada tarde.
No era una tarde más. Era la última tarde que volvería a hacer eso. La última tarde que pasaría por aquella calle ya familiar para mí, pero que a medida que me alejaba, a cada paso que daba, iba sembrando ya un recuerdo.
A medida que caminaba por la acera hacia la parada, sabia que nunca más volvería a pasar por ella como llevaba haciendo durante aquellos dos meses, sabia que aquello se había acabado pero no me podía creer que nunca más volvería allí, que nunca mas volvería a ver a aquellas personas con las que compartí tarde tras tarde, con las que disfrute y aprendí tanto sobre aquel país. Tuve esa misma sensación durante todo el camino en autobús hasta que llegue a casa.
Cuando llegue subí a la habitación, donde Bea ultimaba los últimos detalles de su maleta, cuando yo ni siquiera había empezado a hacerla la mía.
Triste les conté a Yaiza y a ella mi última tarde en la Academia, y ellas me contaron su último día en sus empresas, aunque fue muy distinto, porque para ellas se puede decir que prácticamente había sido un día más comparado con el mío.
Después de cenar y de comprar para beber llegaron los chicos. Comenzaba la última fiesta que haríamos en aquella casa todos juntos. La noche fue genial, como prácticamente todo en aquellos dos meses, jugamos al juego de las pruebas, bebimos, bailamos y reíamos hasta que amaneció.
El sábado fue un día sabático totalmente para mí. Me pase prácticamente todo el día en la cama. Dormimos prácticamente toda la mañana, y por la tarde después de comer, más de lo mismo. Los demás salieron a cenar fuera pero a mí no me apeteció. Fue un día raro y a pesar de ser el último sábado, no salimos de fiesta.
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