BULGARIA; CAPÍTULO 18: Sofía XIV. A PUNTO DE TIRARME EN MARCHAR DE UN TAXI!!
De nuevo llegó el fin de semana. El viernes nos quedamos de fiesta en casa, y fue como todos los demás días que nos quedábamos, bebimos y jugamos a juegos para entretenernos y divertirnos.
El sábado también pasamos la tarde en casa, escuchando los continuos ruidos que Mary hacia, estuvo toda la tarde limpiando y moviendo los muebles preparándolo todo para esa noche, en la que celebraba su cumpleaños con una cena a la que asistirían sus amigos los vascos, y a la que algunas de nosotras debido a los roces que anteriormente habíamos tenido con ella no estábamos invitadas.
Así que decidimos dejarle la casa libre por la noche y quedamos con los chicos para cenar en un italiano que había cerca de su casa. Como era la primera vez que los vascos venían a casa, habíamos hablado con ella anteriormente para aclarar que podían hacer lo que quisieran pero que tenían que respetar nuestros dormitorios, a los que no podría entrar ni ella, ni por su puesto sus amiguitos los vascos. Antes de irnos y temiéndonos que Mary fuera hacer lo que le diera la gana, a pesar de lo que le dijimos y a lo que ella contestó que eso no hacía falta ni decirlo, nos pusimos a poner pruebas por la habitación que delataran si a ella y a sus amiguitos si se les ocurría entrar a cotillear, o lo que fuera, a nuestros cuartos.
Cuando acabamos de poner las pruebas, bajamos a la calle a coger un taxi. Éramos cinco. Bea, Yaiza, Marina, Diego y yo, así que tuvimos que coger dos taxis. En uno íbamos Marina y yo, y los otros tres en otro. Los chicos vivían en una calle que se llamaba Loven park así que eso fue lo que le dijimos al taxista.
Cuando nos estábamos acercando al barrio de los chicos de repente el taxista gira a la derecha y se mete en un camino tenebroso, sin iluminación y con arboles por ambos lados. Nosotras nos extrañamos porque aquello nos empezaba a parecer muy sospechoso, habíamos ido más veces en taxi a casa de los chicos y ni de lejos habíamos pasado por semejante camino, así que nos empezamos a asustar. Entre más nos alejábamos por aquel camino más acojonadas estábamos. Marina y yo hablábamos entre nosotras diciéndonos que todo eso era muy raro y pensamos en llamar a los otros para decirle lo que nos estaba pasando. Ya nos estábamos imaginando a un asesino en serie o a un violador, o vete tú a saber qué. Entre mas nos alejamos de la carretera por aquel camino oscuro, mas tensa se estaba volviendo la situación. Y nos sabíamos que hacer... estaba tan asustada que baraje como plan abrir la puerta y tirarme en marcha.
Por fin el camino se acaba y llegamos a un sitio donde había un restaurante. Según paró el taxi nos bajamos corriendo, cuando a los dos segundos llega y se coloca al lado el taxi de los otros. Yo no entendía nada. Finalmente resultó que había un restaurante que tenía el mismo nombre que la calle, así que el taxista pensó que nos referíamos al restaurante puesto que era aprox. la hora de cenar. Después del mal entendido me volví a subir en el taxi, ya más relajada, para que nos llevase definitivamente a la calle que inicialmente le habíamos dicho. Tras la curiosa anécdota llegamos a casa de los chicos. Les contamos ya entre risas lo sucedido y bajamos a cenar. Íbamos a ir a un italiano, pero ya estaba cerrado, así que fuimos a otro sitio que estaba al lado y que todavía no había cerrado. La cena no me gusto, elegí pollo con champiñones en salsa, y no se porqué pero el pollo estaba malísimo.
Después de cenar nos fuimos a casa de los chicos de nuevo a beber un poquito antes de salir de fiesta. Esa noche en casa de los chicos mientras bebíamos yo estuve peinando a Malik, le deje muy guapo. Después nos fuimos de fiesta al Jean Bean, como de costumbre, y nos lo pasamos muy bien. A las cinco y media de la mañana más o menos decidimos irnos a casa y yo no recuerdo porque, pero me fui enfadada.
Cuando llegamos a casa comenzó de nuevo el espectáculo. Pudimos contemplar el festín que allí había tenido lugar, con motivo del cumpleaños de Mary, y también pudimos comprobar que algunas reglas se habían incumplido. Bea, en particular, estaba muy enfadada con los hechos. Justo en el momento en el que estábamos hablando de lo sucedido, llegó la parte culpable, con una de sus amigas vascas. Le preguntamos qué había pasado y allí se lió la de Dios. Comenzamos a discutir durante un rato. Al final no solucionamos nada, solo se confirmó lo que sospechábamos. Habían hecho lo que les había dado la gana durante su estancia en casa, habían entrado en nuestras habitaciones e incluso se hicieron fotos para dejar constancia de los hechos. Que poca vergüenza y respeto. Después de todo nos fuimos a dormir.
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