BULGARIA; CAPÍTULO 12: Sofía IX, Montaña Vitosha
Al día siguiente nos levantamos a las 11 más o menos, habíamos quedado finalmente a las 12 con Maggi, de nuevo en el Palacio de la Justicia. Cuando llegamos allí, en una esquina que había justo en frente, había un Mc Donals, así que fuimos a comprar café para desayunar y algo para cuando llegase la hora de comer arriba en la montaña.
Al final Maggi no estaba en el palacio de Justicia. Nos estaba esperando en la parada de autobús con un amigo suyo que se había traído para pasar el día con nosotros, así que fuimos a la parada. Luego cogimos el autobús, y tras diez o quince minutos llegamos a la afueras de la ciudad. El barrio en el que bajamos, totalmente a las afueras, era bastante pobre. La parada del bus nos había dejado justo al lado de donde comenzaba la ruta para subir a la montaña.
Comenzamos el camino todos juntos pero tras diez minutos andando la gente se empezó a quedarse atrás. Los que íbamos más avanzados paramos y miramos para atrás haber que les pasaba a los rezagados, entonces nos dijeron que ya estaban cansados y que haber si parábamos para hacer un descanso. Yo me enfade porque no entendí como la que lo había planeado, Maggi, podía estar cansada tras tan solo diez minutos caminando, y cuando a priori había presumido de ser una senderista nata. Tras una breve discusión los que se habían cansado tras esos diez minutos se quedaron y los demás continuamos, y nos dijeron que de que descansaran nos alcanzarían, cosa que como nos temíamos nunca sucedió.
Así pues, Miguel, Yaiza, Malik, Jaime, Marina y yo continuamos, o mejor dicho, empezamos porque no habíamos hecho nada hasta aquel momento.
Comenzamos a subir por el bosque por unas rutas que están marcadas para subir a la montaña. Tras un rato andando Malik y yo nos quedamos atrás porque los demás caminaban bastante rápido y para ayudarnos en la subida cogimos un palo para caminar, y les alcanzamos! Tras cruzar por un bonito puente de madera por el que transcurría un riachuelo llegamos a un punto en el que las vistas eran maravillosas. Se podía contemplar entre algunos arboles la inmensa y fascinante ciudad de Sofía.
Caminando otro rato por aquel apasionante y puro paisaje encontramos unas mesas, así que decidimos hacer un descanso allí y comer. Había más gente comiendo y también bajaba y subía gente frecuentemente, hacia un buen día, y más gente, al igual que nosotros, había decidido pasar el domingo en la montaña.
Tras la comida y el descanso decidimos continuar y después de un rato llegamos al final de la ruta por la que habíamos caminado.
Lo que descubrimos fue una pradera de hierba rodeada de arboles. Nos asentamos allí durante un largo y placentero rato. Hacia sol y se estaba de maravilla allí tumbados. Aquel momento fue genial, no se podía estar más a gusto.
Después de aquel momento de máximo relax, decidimos bajar. La bajada fue bastante rápida. Tardamos menos de la mitad del tiempo que empleamos en subir, o por lo menos eso me pareció a mí. La bajada fue más divertida que la subida, nos reímos mucho e hicimos fotos subidos en la rama de un árbol que estaba partido. También en un punto de la bajada dejamos nuestros nombres grabados en un árbol, lugar en el que casi pierdo mi vida si no llega a ser por Miguel. Esto también fue muy divertido.
Tras llegar al punto de partida, yo, con mucho dolor decidí abandonar el palo que tanto me había ayudado en aquel día. Después de esto, esperamos al tranvía que nos llevaría de nuevo al centro de la ciudad.
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