BULGARIA; CAPÍTULO 11: Sofía VIII, Monasterio de Rila
Por fin llegó de nuevo el esperado fin de semana. Este fue un fin de semana cultural. El viernes cuando salí de la academia, a eso de las 8 de la tarde, cogí el bus para ir a casa de los chicos, a la que por primera vez iríamos a cenar. Íbamos a ir todos pero al final solo estuvieron ellos, Marina, Yaiza y yo. Cenamos y estuvimos bebiendo mientras jugábamos a juegos. Nos fuimos temprano para casa, porque al día siguiente íbamos a visitar el Monasterio de Rila.
Cuando nos íbamos a ir para nuestra casa, nos surgió un percance. Marina se desmalló en el pasillo. Rápidamente todos fuimos a socorrerla, al principio nos asustamos, pero luego poco a poco se fue recuperado, y todo quedó en un susto. Debió ser por uno de aquellos tres calcetines limpios que Miguel tenia, ;) y que este le puso en la frente mojados con agua. Sospecho que de no haber sido así, no se hubiese desenlazado igual el suceso.
Al día siguiente, fuimos al Monasterio de Rila.
El viaje estaba organizado por Maggi, la profesora del curso de inglés que los andaluces habían hecho en Sofía, así que a las 9 de la mañana quedamos todos con ella en el Palacio de la Justicia para dirigirnos a una mini estación de autobuses e irnos a Rila. El autobús salía a las diez y cuarto, así que teníamos más de una hora para ir a la estación y comprar los billetes. Nosotras fuimos las primeras en llegar, y Maggi que también llegó en aquel momento nos comentó que había surgido un contratiempo. El tranvía que teníamos que coger y que nos llevaría a la estación, casualmente ese día estaba en obras, así que tendríamos que caminar aproximadamente quince minutos para llegar a una parada y coger un autobús urbano que nos llevaría a la estación. Con este cambio de planes teníamos el tiempo justo. Pasados cinco minutos llegaron los chicos, el único que faltaba era Diego. Le esperamos hasta casi las nueve y media que era lo máximo que podíamos esperar para poder llegar a tiempo, pero este no llegó así que fuimos caminando.
El viaje estaba organizado por Maggi, la profesora del curso de inglés que los andaluces habían hecho en Sofía, así que a las 9 de la mañana quedamos todos con ella en el Palacio de la Justicia para dirigirnos a una mini estación de autobuses e irnos a Rila. El autobús salía a las diez y cuarto, así que teníamos más de una hora para ir a la estación y comprar los billetes. Nosotras fuimos las primeras en llegar, y Maggi que también llegó en aquel momento nos comentó que había surgido un contratiempo. El tranvía que teníamos que coger y que nos llevaría a la estación, casualmente ese día estaba en obras, así que tendríamos que caminar aproximadamente quince minutos para llegar a una parada y coger un autobús urbano que nos llevaría a la estación. Con este cambio de planes teníamos el tiempo justo. Pasados cinco minutos llegaron los chicos, el único que faltaba era Diego. Le esperamos hasta casi las nueve y media que era lo máximo que podíamos esperar para poder llegar a tiempo, pero este no llegó así que fuimos caminando.
Por el camino le llamé para ver que le había pasado y para decirle que nos íbamos y me dijo que se había perdido que había confundido unos leones con otros o algo así.
El palacio de la justicia tenía dos leones en la entrada como los del Congreso de los Diputados de Madrid. Le dije que cogiese un taxi y que fuese directamente a la estación en la que cogeríamos el autobús si al final quería venir, pero esto no fue tan simple puesto que él era incapaz de parar un taxi y Maggi, que nos tenía que decir cómo se llamaba la estación para decírselo a Diego, cada vez decía un nombre distinto del sitio y lo pronunciaba muy rápido, a pesar de que le preguntamos varias veces para que lo repitiera despacio, así que si yo no sabía lo que decía Diego menos. Al final conseguimos decirle el nombre del sitio para que se lo dijera al taxista y después de todo cuando nosotros llegamos a la estación, el ya estaba allí.
Después de esto yo estaba muy enfadada y sin poder soportar a Maggi, por lo tonta que había sido cuando le preguntamos por el nombre del sitio, y a Diego, porque después de hablar durante veinte minutos con él para ayudarle y decirle lo que hacer para que pudiera venir no solo no me dio las gracias si no que cuando le encontramos me vaciló. La próxima vez ya os contare quien le va a llamar.
El palacio de la justicia tenía dos leones en la entrada como los del Congreso de los Diputados de Madrid. Le dije que cogiese un taxi y que fuese directamente a la estación en la que cogeríamos el autobús si al final quería venir, pero esto no fue tan simple puesto que él era incapaz de parar un taxi y Maggi, que nos tenía que decir cómo se llamaba la estación para decírselo a Diego, cada vez decía un nombre distinto del sitio y lo pronunciaba muy rápido, a pesar de que le preguntamos varias veces para que lo repitiera despacio, así que si yo no sabía lo que decía Diego menos. Al final conseguimos decirle el nombre del sitio para que se lo dijera al taxista y después de todo cuando nosotros llegamos a la estación, el ya estaba allí.
Después de esto yo estaba muy enfadada y sin poder soportar a Maggi, por lo tonta que había sido cuando le preguntamos por el nombre del sitio, y a Diego, porque después de hablar durante veinte minutos con él para ayudarle y decirle lo que hacer para que pudiera venir no solo no me dio las gracias si no que cuando le encontramos me vaciló. La próxima vez ya os contare quien le va a llamar.
Cogimos el autobús a las diez y cuarto, pensando que llegaríamos sobre las doce y algo, es decir que el viaje duraría aproximadamente dos horas. Cuando se acercaron las doce le preguntamos a Maggi haber cuanto faltaba y nos dijo que en una hora y algo llegaríamos, es decir, que al final el viaje duro casi cuatro horas.
Durante el viaje no paso nada interesante. Además yo estaba enfadada y protestona por todo lo que durábamos en llegar, porque no era lo que nos había dicho, y de saber lo que se tardaba igual no hubiera merecido la pena ir. Hicimos una parada de quince minutos en un pueblo muy pequeño que estaba entre las montañas. Yo fui sentada con Miguel, y como no pude dormir casi nada fuimos casi todo el camino hablando.
Cuando llegamos, bajamos del autobús y nos encontramos en medio de la nada. El monasterio estaba en medio de las montañas, y el paisaje que se contemplaba era muy bonito. Entramos dentro. Tras cruzar la puerta de la entrada vimos un patio muy grande, y en medio de este la iglesia del monasterio. Nos dimos brevemente una vuelta por allí y nos fuimos a comer. Salimos por la parte de atrás del monasterio. Desde este punto el paisaje era aun más bonito. Detrás del monasterio a pesar de un maravilloso paisaje había algunas tiendas de suvenires y un restaurante.
Monasterio de Rila |
Monasterio de Rila |
Monasterio de Rila |
Monasterio de Rila |
Monasterio de Rila |
Monasterio de Rila |
El restaurante estaba muy bien, aunque la comida no me gusto mucho. Comí una especie de brocheta de pollo que sabía muy raro. Yaiza también pidió lo mismo y tampoco le gusto.
Durante la comida estuvimos hablando de lo que haríamos al día siguiente. El plan era ir a la montaña, Vistosha, con Maggi...
Es una montaña muy famosa que está justo al lado de Sofía. Mientras hablábamos, Maggi nos dijo que iríamos sobre las nueve de la mañana, y yo puesto que me parecía muy temprano, teniendo en cuanta que la montaña estaba a diez minutos de la cuidad, y que íbamos a ir libremente a dar un paseo y comer, propuse ir mas tarde, sobre doce me parecía una buena hora para lo que teníamos pensado hacer. Maggi puso pegas diciendo que no sabía si se podía y los demás me miraron como diciendo “como te pasas, encima que nos acompaña”. No soportaba a la chica esa, a pesar de que se estuviera portando bien acompañándonos a los sitios. De todos modos sigo sin ver nada malo en la propuesta, y además después de las quejas resultó que todo el mundo estuvo más que de acuerdo.
Es una montaña muy famosa que está justo al lado de Sofía. Mientras hablábamos, Maggi nos dijo que iríamos sobre las nueve de la mañana, y yo puesto que me parecía muy temprano, teniendo en cuanta que la montaña estaba a diez minutos de la cuidad, y que íbamos a ir libremente a dar un paseo y comer, propuse ir mas tarde, sobre doce me parecía una buena hora para lo que teníamos pensado hacer. Maggi puso pegas diciendo que no sabía si se podía y los demás me miraron como diciendo “como te pasas, encima que nos acompaña”. No soportaba a la chica esa, a pesar de que se estuviera portando bien acompañándonos a los sitios. De todos modos sigo sin ver nada malo en la propuesta, y además después de las quejas resultó que todo el mundo estuvo más que de acuerdo.
Después de comer nos fuimos a dar un paseo por las montañas. Fue muy placentero, estábamos rodeados de un bonito paisaje del que en concreto me dejaron fascinada unas vistas de una ladera en la que unos cuantos pinos verdes contrastaban con muchos árboles grises. Era magnifico, daba la sensación de que estaba pintado, era como un cuadro.
Después del paseo volvimos a visitar el monasterio, algunos quisieron entrar con Maggi a ver un lugar de cosas expuestas, al que para acceder había que pagar cinco levas, pero Miguel, Salsa Boy y yo decidimos no entrar e irnos a comer una cosa típica que vendían allí que era como un especie de tortita, a la que podías echarle mermelada y azúcar.
Después de esto nos hicimos unas fotos por allí y nos fuimos fuera para coger el autobús que nos llevaría de vuelta a Sofía.
El autobús era peor que el anterior. Era un mini bus antiquísimo, del siglo XV por lo menos. Montamos y nos fuimos. El trayecto en ese autobús duraría aproximadamente una hora y media, puesto que haríamos una parada en pueblo de Maggi y luego cogeríamos otro autobús diferente hasta Sofía. Nuevamente volví a discutir con Maggi porque en el sitio en el que paramos, una supuesta estación, no había baños, bueno si había, pero había que pagar para entrar, como en casi todos los sitios, y encima eran un asco, y al mantener esta conversación utilicé la palabra “pueblo” para designar aquel sitio, a lo que ella respondió agresivamente que eso no era un pueblo, sino una cuidad. Si claro, una ciudad de veinte habitantes y siete casas, con una estación de cuatro metros cuadrados sin baño.
Pasados 15 o 20 minutos en aquel lugar cogimos otro autobús que nos llevaría definitivamente a Sofía. Este tardó poco en llegar, aproximadamente una hora y algo. El autobús nos dejó a las afueras de la cuidad, así que tendríamos que coger el tranvía, que ya funcionaba para llegar al centro.
Era sábado y puesto que estábamos cansados de estar todo el día por ahí, y que al día siguiente íbamos a ir a la montaña habíamos hablado cenar todos juntos en nuestra casa y beber algo tranquilamente, pero claro, surgió un pequeño mal entendido con Mary Carmen del que no voy a hacer inca pié. Finalmente fuimos todos a cenar a casa como habíamos pensado inicialmente. Esa no fue una buena noche para mí, aunque a pesar de eso estuvo muy entretenido ver como divagábamos pensado en que medio de transporte íbamos a Atenas en el puente de Semana Santa.
DOMINGO EN LA MONTAÑA VITOSHA. AQUI
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